Recién me enfrenté a uno de los dilemas que se convertirán
en cotidianos a partir de ahora. ¿Almuerzo bien y bastante o guardo un poco de
dinero para comprar los huevos de la comida? Sí, porque seamos realistas, yo
solo sé cocinar huevo frito, huevo hervido y huevos revueltos. Finalmente el
cocinero de la cafetería me convenció, o me metió el pie, y se puso a preparar
un plato de arroz frito a (¡¡¡horror!!!!) 35 MN. ¡Dios mío pero si con 10
pesitos más me puedo comprar un cartón de huevos enterito!
Para colmo me entró un ataque de pena y no le dije nada. Abrí
la billetera, 50 MN, me tenían que durar hasta el viernes. Bueno, ahora me jodo
por penoso, a pagar y comer. Minutos después para mi sorpresa me trajeron un
plato gigantesco, de los que se roban de los hoteles, con más arroz del que mis
ojos podían digerir.
Loco esto es mucho. Métele chama, yo te dije que aquí hay
cantidad y calidad; métele, dale. Y le metí, claro. Empecé a comer con la felicidad elemental de
quien tiene mucha hambre y se encuentra con semejante cantidad.
Al final lamenté no poder llevarme las sobras y recé porque
no me diera hambre hasta el viernes que cobre el primer salario. Hoy en la
casa, trataré de no comerme el último huevo.
Bienvenido al club, chama, y no te dejes confundir por Carlos Manuel... jejeje
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